25 enero 2012

La noche en que tuve a dos hombres para mí





Creo que los tres estábamos nerviosos, pero ahora recuerdo esa sensación con una sonrisilla en la boca. Yo me había tomado tres copas de vino. Me sentía como una niña frente a un paquete de regalo: ilusionada, impaciente, pero a la vez queriendo retener y prolongar aquellas sensaciones, tan nuevas y potentes.

Él acababa de llegar a nuestra habitación en el hotel. Mi novio y yo habíamos subido antes. Desde el sentido común y una total inexperiencia, consideramos que haciéndolo así llamaríamos menos la atención.

Salí del cuarto de baño y los vi allí, dándome la espalda, mirando por la ventana y diciendo algo sobre las vistas. Me acerqué yo también e hice algún comentario. Creo que en ese momento supimos que no había más que decir. Había llegado el momento.

Mi novio se sentó al borde de la cama, junto a la almohada. Me senté a su lado y el tercero se sentó junto a mí. Me quité los zapatos y mi novio comenzó a desnudarme. Empezó por desabrocharme el cinturón y los pantalones. Después de los pantalones vino la camiseta, y mientras me desabrochaba el sujetador me acerqué a su boca y nos besamos suavemente durante un momento. Cubierta ya únicamente por las braguitas negras y sexys que había reservado para la ocasión, me separé de mi novio y me giré. Allí estaba él, el tercero. Yo sabía a ciencia cierta que le comían las ganas de sentir mi boca en la suya, pero por las implícitas normas de aquella situación, en la que no éramos 3, sino 2+1, esperaba a que yo diera el primer paso. Percibí claramente un enorme deseo en su mirada y me acerqué para dibujar con mi lengua y mis labios en los suyos, aquel beso que fue el primer paso físico que desató todo lo que ocurrió a continuación.

Todavía un escalofrío me recorre el cuerpo al recordar algunos instantes de esa noche, como el momento en que me encontraba arrodillada en la cama, con la polla de mi novio en la boca, y el tercero, detrás de mí, me agarró del pelo y me penetró con fuerza. Que un casi desconocido actuara así conmigo me llevaba a sensaciones absolutamente extremas.

Hubo un momento en que quise parar, hacer una pausa que alargara aquel episodio, ralentizarlo para saborear con más consciencia todo lo que estaba pasando, pero no era posible. Aquello era sexo, y el sexo tiene su propio ritmo, un ritmo que ya había empezado y no se podía detener.

Así que seguí, seguí recibiendo una polla y chupando otra, besando la cálida y dulce boca de mi novio y sintiendo los desconocidos dedos del tercero abriéndose paso dentro de mi sexo. Seguí recreándome en el hecho de que los dos estaban ahí para mí, para que yo disfrutara. Seguí y seguí, hasta llegar al final, un final real y realista, en que mi orgasmo, culminación y fin del trayecto, fue como un caramelo de sabor agridulce. Sus orgasmos no fueron a la vez y sobre mis tetas, como había fantaseado, sino que cada uno de ellos tuvo su momento, individual y diferenciado, en que les hice correrse; uno dentro de mí, tumbado sobre la cama mientras me lo follaba, y el otro de pie, mientras se la mamaba, salpicándome con su semen en la cara y en la boca.

Nunca, nunca, me he sentido tan mujer como la noche en que tuve a dos hombres para mí.

3 comentarios:

  1. Lo primero muchas gracias por tu comentario en mi blog, me ha encantado. Y por supuesto, enhorabuena por el tuyo. Me ha encantado el post. ¡Muchas gracias por compartir tu experiencia con los lectores!

    Un beso

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  2. :) Buena fantasía, no me preguntes la razón por la que se que es solo eso...simplemente lo se. Pero bien narrada que es lo que importa.

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  3. Me alegro de que te guste la narración. Pero te equivocas en que es una fantasía, es una experiencia real.

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