03 diciembre 2010

Agua caliente

A finales del verano de 2001, llevábamos juntos unos meses y yo todavía vivía con mis padres. Habíamos quedado en que viniera a conocer a mi familia, mi padre le había invitado a comer. La comida fue bien, cordial, no recuerdo demasiados detalles porque yo no hacía más que pensar en él, en las ganas que tenía de besarle, de tocarle…

Después del café sucedió lo inesperado. Mis padres dijeron que se tenían que marchar, que habían quedado con mis tíos y se marcharon llevándose con ellos a mi hermana pequeña. Le dije a mi padre que nosotros también nos marcharíamos enseguida, pero que quería cambiarme de ropa antes de salir. Y nos dejó solos.
Tan pronto se cerró la puerta de casa, me giré hacia él y le dije que iba a ducharme. Estaba segura de que esa información le bastaría para entender lo que yo realmente estaba deseando.

Me metí en el cuarto de baño y me desnudé. El sudor formado por el calor y la excitación se mezcló inmediatamente con los primeros chorros de agua de la ducha sobre mi cuerpo.  Había dejado a mi espalda la puerta del baño entreabierta, y me satisfacía la idea de que estuviera mirándome, excitándose viendo cómo me mojaba y acariciaba mi cuerpo con mis propias manos bajo el agua. Cerré los ojos y noté su presencia. Enseguida estuvo allí conmigo, desnudo, abrazándome por detrás, haciéndome sentir su erección en el culo, frotando su polla contra mí.

Cerré el grifo y me giré para besarle. Con una mano él me tocaba las tetas mientras la otra me agarraba el culo atrayendo mi cuerpo hacia el suyo, haciendo que su miembro se incrustara en mi vientre. Me agarraba con fuerza, hasta hacerme sentir cierto dolor, pero me encantaba sentir sus ganas con esa dulce violencia.

Le hice sentarse sobre el borde de la bañera y me coloqué a horcajadas sobre él, con las piernas hacia fuera de la bañera, para follármelo. Sentir su polla entrando en mi cuerpo me dejó sin aliento durante un instante, pero enseguida recobré las fuerzas para comenzar a moverme, arqueando la espalda repetidamente en un movimiento ondulante para después empujar mi culo hacia delante y sentir su sexo llegar hasta lo más profundo de mí. Él me agarraba de las nalgas y me atraía hacia sí, haciendo que toda mi vulva golpeara contra su cuerpo en cada penetración, lo cual acrecentaba mi placer hasta el punto de que no podía controlar mis gemidos. El placer descontrolado que sentía en aquellos momentos me había invadido completamente y me daba igual que me oyeran los vecinos o que mis padres regresaran inesperadamente.

Allí mojados, en la bañera de la casa de mis padres, follando como locos, tuvimos nuestro primer orgasmo simultáneo, mirándonos a los ojos, en lo que fue uno de los mejores polvos de nuestra vida. Al menos hasta entonces…

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