22 febrero 2013

Follar no es comer

Follar no es como comer. Quiero decir, es una necesidad fisiológica, sí, pero no es como comer, no es tan simple. Me da igual que me habléis de Arzak, de Telepizza o de las lentejas de vuestra abuela. Me da igual, por mucho que se disfrace la comida con colores y precios y ocasiones. Follar trasciende y eleva y por eso a veces duele.

Cuando me muero por que me atraviese el coño una polla dura y directa, no estoy queriendo cubrir una necesidad fisiológica. No sé bien qué estoy queriendo hacer y las teorías sobre el deseo sexual en el ser humano no me ayudan. Es más, el cacao mental es la hostia. Solamente sé que no es un simple instinto animal. Creo que es una cuestión de identidad, la B Side completa de mi Pirámide de Maslow.

18 octubre 2012

(in)experiencias adolescentes


Soy una mujer a la que en ocasiones le hace falta un hombre con seguridad e iniciativa, para lanzarme al vacío y entregarme por completo.

Prueba de ello es lo que me ocurrió con mi primer novio, o más bien, lo que no me ocurrió. Salimos juntos durante bastantes meses y como la mayoría de adolescentes, normalmente no disponíamos de un lugar en el que materializar juntos nuestros impulsos sexuales. De vez en cuando nos metíamos en algún portal e incluso recuerdo que una vez cogió las llaves del garaje de sus padres, nos metimos en el coche, y allí estuvimos una o dos horas, con la permanente idea en la cabeza de qué pasaría si de repente apareciera por allí su padre. En los meses de verano, no recuerdo bien por qué, sus padres solían irse de casa por las mañanas. Entonces iba yo, nos tirábamos en su cama y nos besábamos, nos poníamos muy cachondos, nos masturbábamos mutuamente… En esas y otras ocasiones, nos dejábamos llevar, siempre con la luz muy tenue si no apagada del todo, y disfrutamos de unos cuantos orgasmos en el transcurso de nuestra relación. Pero jamás llegamos a follar. Sabe dios que lo intentamos muchas veces, pero la cosa no funcionaba.

Aquella joven polla inexperta no tenía la cabeza donde la tenía que tener. No era capaz de mantener la erección que le permitiera ponerse un preservativo y penetrarme. No me lo llegó a decir nunca, pero yo notaba en su lenguaje corporal que le daba vergüenza que le viera desnudo. Y por eso la cosa fallaba cuando tocaba encender la luz para colocar el preservativo.

Desde mi inexperiencia, creo que actué bien. Jamás le presioné y le di menos importancia a aquello de la que seguramente le estaría dando él. Tal y como acabó nuestra relación, ahora me gustaría haber sido un poco más cabrona con él y hacerle sentir poco hombre o algo así, jajaja… En fin, rencores aparte. Sólo nos masturbamos el uno al otro; ni llegamos a hacer el amor, ni practicamos sexo oral.

Un par de meses después de que se terminara mi relación con él comenzó mi primera época de liberación sexual. Salía mucho de fiesta, estaba conociendo un montón de gente nueva y casi todos los fines de semana tenía algún rollete con algún chico. Normalmente todo se reducía a un intercambio de saliva y algún que otro magreo más o menos invasivo. Pero, paradojas de la vida, después de haber estado tanto tiempo con mi ex, al primero que tras la ruptura me comío la boca, yo le comí la polla. Me lo pidió y lo hice. Así, sin más. No tenía ni idea de cómo hacerlo, y ni siquiera era algo en lo que hubiera pensado mucho antes, pero me lo pidió y eso fue suficiente.

Y durante los meses sucesivos, los roces, abrazos, besos y demás contactos carnales con distintos chicos, hicieron que mis ganas de follar, de ser penetrada, de culminar todo aquello, fueran cada vez más grandes y acuciantes.

28 febrero 2012

Viciosos y Guarrillas


Algunas veces voy por la calle o estoy en un lugar público y empiezo a intentar descubrir el plano sexual de la gente.

Me fijo en alguien en concreto y trato de suponer que, a pesar de ese gesto recto o esa actitud tan agria, seguramente le encantará follar, le gustará que le escupan en la boca, embadurnarse el cuerpo con semen, lamer el sudor de su pareja, mirarse al espejo mientras se hace una paja, oler sus dedos recién sacados de la vagina, propia o ajena... hará las mismas guarradas que me gustan a mí u otras mejores/peores, no sé, cualquier cosa. Y si no lo hace, creo que probablemente fantaseará con ello, con todas esas obscenidades que componen la Vida Sexual más allá de una mera función reproductiva.

Creo que sí, creo que todos llevamos dentro una parte completamente animal y socialmente incorrecta, que todos somos muy viciosos y muy guarrillas, y que algunos no lo reconocen ni ante el espejo.

Yo desde luego, no consigo vislumbrar esa parte de la gente si no es echándole mucha imaginación. Supongo que tampoco nadie lo ve en mí... pero está. Y me daría muchísimo morbo saber qué cosas hace la gente, qué les pone a tope, qué secretos esconden sus orgasmos... Me gustaría vérselo en la cara, oírselo decir. Leer un blog está bien, te da ideas, te puede excitar y de alguna manera te hace partícipe del placer de una experiencia ajena, pero... seguro que no hay nada como el face to face.

17 febrero 2012

Te voy a dar lo tuyo

Ayer por fin me dijo: "Te voy a dar lo tuyo". Estaba deseando escuchar algo así, ¡deseando!
Joder, si es que hasta puedo decir que la mitad de la satisfacción por el polvo que echamos a continuación, me la produjo esa declaración de intenciones, esa expresión clara y directa de lo que quería hacer.

04 febrero 2012

Lugares de la lengua


Estoy recostada, mirándote, y te acercas despacio. Te sientas junto a mí y colocas tu mano entre mis muslos. Me acaricias despacio, muy suavemente, apenas rozándome…

Acercas tus labios a mis rodillas y posas sobre ellas un cálido beso. Siento que se me eriza la piel.
Te separas unos centímetros y prosigues con tus caricias, que bajan lentas y sutiles hacia la parte trasera de mis rodillas, donde presionas suavemente durante un instante. 

Me fascina el paradójico poder de unas manos fuertes y masculinas acariciando con la mayor delicadeza, irradiando calor y potencia con apenas el mínimo roce. 

Continúas deslizando tus dedos y llegas a mis tobillos. Sostienes entre tus manos uno de mis pies, lo elevas despacio, me miras por un momento y hundes los pulgares en mi planta del pie. Siento un súbito calor entre las piernas y una sensación de placer me invade. Percibo tu aliento sobre mi pie, calor y humedad. 

Un inevitable escalofrío me recorre cuando comienzas a lamer, a recorrer cada pequeño recoveco con tu lengua, a hundirla entre mis pequeños deditos. 

Sueltas mi pie suavemente y me miras con complicidad.

25 enero 2012

La noche en que tuve a dos hombres para mí





Creo que los tres estábamos nerviosos, pero ahora recuerdo esa sensación con una sonrisilla en la boca. Yo me había tomado tres copas de vino. Me sentía como una niña frente a un paquete de regalo: ilusionada, impaciente, pero a la vez queriendo retener y prolongar aquellas sensaciones, tan nuevas y potentes.

Él acababa de llegar a nuestra habitación en el hotel. Mi novio y yo habíamos subido antes. Desde el sentido común y una total inexperiencia, consideramos que haciéndolo así llamaríamos menos la atención.

Salí del cuarto de baño y los vi allí, dándome la espalda, mirando por la ventana y diciendo algo sobre las vistas. Me acerqué yo también e hice algún comentario. Creo que en ese momento supimos que no había más que decir. Había llegado el momento.

Mi novio se sentó al borde de la cama, junto a la almohada. Me senté a su lado y el tercero se sentó junto a mí. Me quité los zapatos y mi novio comenzó a desnudarme. Empezó por desabrocharme el cinturón y los pantalones. Después de los pantalones vino la camiseta, y mientras me desabrochaba el sujetador me acerqué a su boca y nos besamos suavemente durante un momento. Cubierta ya únicamente por las braguitas negras y sexys que había reservado para la ocasión, me separé de mi novio y me giré. Allí estaba él, el tercero. Yo sabía a ciencia cierta que le comían las ganas de sentir mi boca en la suya, pero por las implícitas normas de aquella situación, en la que no éramos 3, sino 2+1, esperaba a que yo diera el primer paso. Percibí claramente un enorme deseo en su mirada y me acerqué para dibujar con mi lengua y mis labios en los suyos, aquel beso que fue el primer paso físico que desató todo lo que ocurrió a continuación.

Todavía un escalofrío me recorre el cuerpo al recordar algunos instantes de esa noche, como el momento en que me encontraba arrodillada en la cama, con la polla de mi novio en la boca, y el tercero, detrás de mí, me agarró del pelo y me penetró con fuerza. Que un casi desconocido actuara así conmigo me llevaba a sensaciones absolutamente extremas.

Hubo un momento en que quise parar, hacer una pausa que alargara aquel episodio, ralentizarlo para saborear con más consciencia todo lo que estaba pasando, pero no era posible. Aquello era sexo, y el sexo tiene su propio ritmo, un ritmo que ya había empezado y no se podía detener.

Así que seguí, seguí recibiendo una polla y chupando otra, besando la cálida y dulce boca de mi novio y sintiendo los desconocidos dedos del tercero abriéndose paso dentro de mi sexo. Seguí recreándome en el hecho de que los dos estaban ahí para mí, para que yo disfrutara. Seguí y seguí, hasta llegar al final, un final real y realista, en que mi orgasmo, culminación y fin del trayecto, fue como un caramelo de sabor agridulce. Sus orgasmos no fueron a la vez y sobre mis tetas, como había fantaseado, sino que cada uno de ellos tuvo su momento, individual y diferenciado, en que les hice correrse; uno dentro de mí, tumbado sobre la cama mientras me lo follaba, y el otro de pie, mientras se la mamaba, salpicándome con su semen en la cara y en la boca.

Nunca, nunca, me he sentido tan mujer como la noche en que tuve a dos hombres para mí.

05 enero 2011

Hambre de primera vez


Hambre, mucha hambre de esa sensación que se te queda después de hacer algo sexualmente placentero por primera vez. 

Ganas de acurrucarme en la cama y cerrar los ojos para revivirlo y excitarme recordándolo.

Primeras veces que te hacen sentir escalofríos, hormigueos, cosquilleos, euforia, deseo, ganas de reír y llorar y gritar.

Hambre. Ganas. Síndrome de abstinencia. 

Cada vez es más difícil saciar esas ganas, cada vez es más difícil conseguir una primera vez.